La lectura no es cucufata
Sandro Bossio Suárez
El 2010, cuando Mario Vargas Llosa ganó el premio
Nobel de Literatura, todos los profesores de comunicación del país se
arriesgaron a hacer leer a sus alumnos “El sueño del celta”. En Junín ocurrió
lo mismo. Como resultado de ese riesgo, los estudiantes, afortunadamente, se
nutrieron con un libro impactante, elevado en su construcción y fascinante en
el tema. La novela tiene muchos ingredientes: la homosexualidad de Roger
Casement, los horrores del colonialismo en el Congo, el genocidio de las
comunidades nativas del Amazonas, las negociaciones con la Alemania del
canciller Bismarck para lograr la independencia de Irlanda. Pues bien, sin
darse cuenta (porque pocos son los que se dan cuenta) los profesores de
Huancayo, Concepción, Jauja, Tarma, Satipo y de todos los rincones de la
región, entregaron a sus alumnos uno de los libros más polémicos y fuertes en
temática de los últimos años. Esos mismos profesores (no todos, felizmente)
acaban de borrar con el codo lo que habían avanzado con la mano: se han
escandalizado cual monjas medievales (aunque Boccaccio no dice eso de ellas)
por la sugerencia de que el hermoso libro “Los inocentes” de Oswaldo Reynoso
Díaz sea lectura de los estudiantes del primer grado de secundaria. En otras
palabras, le pusieron un veto, una valla, un bozal a este magnífico texto.
Erróneamente (no quisiera emplear términos más adecuados, como ignorante o
estúpidamente) dicen que es un libro que utiliza un lenguaje vulgar, que apela
al argot y a los códigos callejeros, que habla de homosexuales y ladrones.
¡Vaya vergüenza de profesores! Precisamente la riqueza de este libro se centra
en el despliegue sociológico y en el extraordinario trabajo lingüístico de
Reynoso. No es, como dicen los estultos, que el autor ha puesto en su libro
groserías de todo calibre. De ninguna manera. Lo que Oswaldo Reynoso, que es el
autor peruano que le sigue en importancia a Vargas Llosa, ha hecho es estudiar
el lenguaje de la calle y colocarlo en boca de sus personajes para imprimirle
dramatismo, realidad social. ¿Acaso nuestros docentes, por Dios, no son capaces
de distinguir lo uno de lo otro? ¿Pretenden que los jóvenes delincuentes hablen
como pavesas de clausura? Oswaldo Reynoso no va a perder nada. Su libro ha sido
censurado por "obsceno e inmoral" en los años sesenta y ha
sobrevivido. Los susurros indignados de entonces decían que eso no es
literatura, cómo un escritor puede llamar a las cosas por su nombre. Quienes
van a perder, lamentablemente, van a ser nuestros estudiantes. Y no lo digo yo,
lo dice José María Arguedas, otro de los autores ante quien todos nos
reverenciamos (y tiene también una novela del mismo corte: “El sexto”). Pues
bien, Arguedas dice sobre “Los Inocentes” que es un libro de alta poesía y, al
mismo tiempo, un compendio de la jerga popular. Oswaldo Reynoso, él mismo,
acota con nostalgia: “Había un desprecio por la lengua popular y los diálogos
eran muy pobres. Cuando escribían un relato de niños o de jóvenes muy pobres,
la palabra más fuerte que aparecía era '¡caray!'. O cuando un muchacho le
pegaba a otro, éste le decía 'por favor, no me friegues el forro de los
bolsillos'. Yo, que andaba mucho por los bares, me daba cuenta de que la gente
no hablaba de esa manera. En mis cuentos y en mi novela, los personajes se
expresan en el español peruano popular, como lo que en realidad somos".
Ese, por supuesto, es un escritor y nadie, óigase bien, tiene derecho a
callarlo. Mi hija Oriana, que es una devoradora de libros, a sus nueve años ha
terminado de leer “Los inocentes” y ha quedado encantada. Me dice que ha
aprendido mucho sobre los chicos de los barrios y sobre las cosas que dicen en
la calle. Además, cómo eran los peinadores de antes, ¿no, papá? Ahora entiendo
por qué, en verdad, nuestra capacidad lectora se encuentra por los suelos. Con
docentes y padres de familia cucufatos, con tabúes intelectuales que respiran y
despiden una falsa moralina, con censuras intonsas, nuestra comprensión lectora
va a seguir hincada y, lástima, arrimada a esa barata literatura llamada de
autoayuda. Espero la reivindicación con la buena literatura, con la verdadera
literatura, porque no se puede descalificar una obra maestra por majaderos
sentimientos religiosos.
Estoy de acuerdo con SANDRO BOSSIO, según leí el ´´sueño del CELTA´´ creo que tiene mucha abundancia de lectura, no importa que nos muestre cosas que no debe ser para menores de edad, pero lo mas importante es enriquecernos al leer una lectura ( todo texto nos enriquece ), además esos hechos pasaron en la vida real por lo que nos mostraría de como fue en esos años. Yo pienso que MARIO VARGAS LLOSA escribió este relato para hacernos saber sobre la corrupción, pobreza, maltrato de lo cual quiere que los peruanos tomemos conciencia de eso y ser mas consientes de proteger a nuestro país. MARCO SULLCA YAURI
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